D I C I E M B R E
(Diciembre. Ante una mesa bien surtida de viandas, el personajes se calienta los pies al fuego y se dispone a pasar el frío de la mejor manera posible.)
Es hora de encerrarse en casa en torno al calor de la cocina y la gloria. Sólo las fiestas de la Inmaculada y Navidad rompe la monotonía. El día de Navidad hay una cena especial con el gallo en la cazuela, unas “torrejas” y unas naranjas como postre extraordinario. A media noche se asiste a la Misa del Gallo.
La vida cotidiana de Valdeajos de la postguerra está muy marcada por la familia: Se trabaja en familia, se come en familia y se reza en familia.
La familia es la unidad de trabajo. En muchos trabajos participan todos sus miembros, en otros sólo los hombres o sólo las mujeres, pero siempre de forma complementaria.
El padre: Es el amo de casa. Él es quien dirige, planifica los trabajos y quien tiene la última palabra.
En casa es quien se ocupa de los animales. Casi todo el año se levanta antes del amanecer. Apiensa a los bueyes y los echa al agua. Limpia la cuadra y echa paja a las camas. Apiensa a las ovejas, atiende a los corderos y, cuando es la época, ordeña las ovejas con la ayuda de su mujer. En invierno por la mañana y por la tarde va unas horas al patatero y por la noche se acerca a la taberna.
En el campo trabaja de sol a sol haciendo los trabajos más duros. Él es quien trabaja con la pareja, o siega.
La madre: Se levanta muy pronto. Trae leña y enciende la cocina y la gloria. Cuece patatas para el cerdo y le echa de comer. Va preparando el desayuno para toda la familia. Friega los cacharros del desayuno. Hace las camas, barre y quita el polvo de las habitaciones. Pone el cocido y atiende a la lumbre. Va a la fuente por agua. Echa a comer a las gallinas. Compra aceite, bacalao ,,, al vendedor ambulante.
Es la hora de comida. Pone la mesa. Reparte la comida. Friega la “vasa” con el agua caliente del depósito de la cocina económica. Barre y friega el suelo de la cocina arrodillada.
En ratos libres teje un jersey o unos calcetines o remienda unos pantalones, mientras cuece un caldero de patatas para el cerdo. Los días buenos las mujeres se reúnen a coser o tejer al sol. Mientras charlan animadamente.
Cada semana llevará un valde de ropa blanca e irá al lavadero comunitario. Enjabonará la ropa, la aclarará, la dará añil y la tenderá al sol sobre la hierba de una era para que blanquee. En invierno el agua está muy fría, casi helada y le “turrarán” las uñas. Cada día lavará otras prendas.
Cada ocho o diez días le tocará cocer el pan. Día duro. También le tocará trabajar duro los días de matanza del cerdo y de las ovejas.
Muchos días del año irá al campo a echar las patatas tras el arado, a sallar los trigos, a dar vuelta la hierba, a hacer gavillas, amorenar, acarrear, trillar, beldar, barrer la era, recoger las patatas.
Hasta los hombres, cuando se ponen serios, reconocen que las mujeres de campo eran unas esclavas. Estos trabajos los tenían que compatibilizar en demasiadas ocasiones con sus múltiples embarazos.
Los hijos: Con ocho o diez años, ya comienzan a ayudar en el campo; ir delante de los novillos no enseñados, arrastrar, sulfatar, tender la parva ...
Con doce, muchos dejan la escuela y trabajan ayudando según sus fuerzas y experiencia.
A partir de los catorce ya hacen trabajos más fuertes como arar a brabán, cargar y descargar los carros.
Los mozos trabajan duro en el campo, pero al llegar a casa y los días de fiesta están libres. Pocas veces se harán cargo del ganado. En invierno trabajarán en el patatero y poco más. Algunos trabajarán para la PROPASI, como asalariados. Unas pesetas propias les vendrán muy bien para sus gastos extra y para poder gastar en la taberna.
Las hijas: Ya desde pequeñas se van iniciando a las labores de casa y cada día tomarán más responsabilidades, como traer agua, lavar, limpiar la casa y poner la comida. Les gusta ir por agua y a lavar porque les da ocasión de charlar con sus amigas.
También van al campo y hacen trabajos de menor fuerza. En el campo siempre van tapadas tratando de conservarse blancas y guapas para el domingo o las fiestas.
La economía de Valdeajos es una economía en gran medida de subsistencia y casi autosuficiente. El mercado tiene poca participación.
Los productos básicos, la carne, pan, patatas, leche, huevos se producen y consumen en casa y sólo una pequeña parte se vende en el mercado.
Es necesario recurrir al mercado únicamente para productos no perecederos como el aceite, vino, arroz, legumbres, vestidos y aperos de labranza. En invierno, a veces la carretera estaba cerrada quince días y la vida continuaba sin mayor problema.
La carne: Nunca faltaba. En invierno se cubría con la matanza del cerdo en noviembre y marzo, bien conservada en el frigorífico natural. También se comía algún cordero. En verano el “adra” garantizaba carne fresca. Para la fiesta de septiembre se mataba una oveja. En San Simón, feria de Ruerrero, se solía comprar un chivo para cecina.
Todos los años se vendían los corderos, las corderas se dejaban para criar, y también algún cerdo engordado en casa.
El pan: Se comía mucho pan, también pan sólo.
El trigo se vendía de estraperlo y al Servicio Nacional del Trigo. La venta de trigo cada año fue aumentando.
Las patatas: De una forma u otra, las patatas formaban parte de la dieta diaria: patatas cocidas, guisadas, fritas o en tortilla. Patatas en la comida y patatas en la cena. Patatas hasta el aburrimiento, pero había pocas alternativas para variar la dieta.
Las patatas de siembra eran el principal producto de venta.
La leche: En algunas casas había una vaca de leche. El queso de oveja estaba siempre presente durante todo el año, sobre todo en las comidas intermedias en la tierra: las “diez” y la merienda.
Una parte del queso se vendía en el mercado de Polientes.
Los huevos: Siempre eran muy “socorridos”. Había épocas en que las gallinas ponían más y otras menos.
A veces se vendían al pesquero.
Era necesario trabajar todos, casi todos los días y todas las horas del día para poco más que subsistir, sin permitirse demasiados caprichos.
El ahorro y la austeridad están siempre presentes. Es comprensible. No había seguros de cosechas, ni de enfermedad, ni de jubilación. “No lo malgastes, que nos ha costado mucho ganarlo”.
Los labradores, al hacerse mayores y sus fuerzas disminuían, iban acortando sus sementeras, pero se resistían hasta última hora a dejar de sembrar, a “quitar la pareja”. El futuro podía presentarse negro y duro con unas pocas fanegas de renta y cuatro duros ahorrados.
Había un encadenamiento continuo de trabajos estrechamente ligados al ciclo de la naturaleza.
En primavera: Con el renacer de la naturaleza comienza con la siembra de la cebada. Se continúa con la siembra de la patata, el sallado de los trigos, siega y recogida de la hierba, la cava y sulfato de la patata.
En verano: Mientras las patatas se desarrollan sin trabajo, comienza la cosecha de yeros, cebada y trigo. Época de intenso trabajo con sólo dos descansos, el día de Santiago y el día de Nuestra Señora de agosto.
En otoño: Mientras llegan las lluvias para la siembra del trigo se recogen las patatas.
En invierno: Descansa la naturaleza y un poco también el agricultor, pero no el ganadero. Es tiempo de pasar muchas y frías horas en el patatero. Es tiempo también de atender al ganado.
El trabajador en Valdeajos era agricultor-ganadero. Agricultura y ganadería se complementan mutuamente. El agricultor no podría serlo sin sus bueyes y el ganadero con un invierno tan largo y duro, no podría serlo sin la paja, los yeros y la cebada que le daba la agricultura.
Eran dos actividades complementarias y dependientes una de la otra. Si a esto le añadimos el cultivo de la patata, al agricultor-ganadero no le quedaba tiempo para el ocio.
Mientras los cereales crecían, se desarrollaban y maduraban sin intervención humana, el agricultor dedicaba su tiempo a la siembra y cava de la patata. Cuando la patata se desarrollaba sin cuidados, el agricultor dedicaba todas sus horas, hasta los domingos a la cosecha del cereal.
El otro intervalo de tiempo entre la cosecha y la siembra del cereal, septiembre, también el descanso era imposible por culpa de la recogida de la patata. Nuevamente la patata le impedía el descanso del largo invierno: “el dichoso patatero”.
La patata se convierte así en el elemento diferenciador de la economía y la vida cotidiana de Valdeajos. La patata se convierte en el producto más importante de venta y de ingresos familiares y al mismo tiempo en alimento básico y omnipresente en la dieta diaria.
Aunque parezca que Valdeajos es una isla sin conexiones exteriores por su economía de subsistencia y casi autosuficiente, no lo es. Necesita también un mercado: comprar y vender.
La venta la tiene más fácil. Los dos productos más importantes, el trigo y la patata tienen un mercado asegurado.
Toda venta de trigo ha de hacerse al Servicio Nacional del Trigo, la Comarcal. Gran parte de la producción de la patata también. Toda la producción de la patata de siembra la compra la PROPASI. La patata de consumo y la patata de “golpe” se vendía a compradores particulares que se acercaban a Valdeajos.
Otros compradores ocasionales visitaban Valdeajos en busca de cerdos, corderos, pieles ...
La compra era más compleja: los productos alimenticios, el pescado, el aceite, vino, legumbres, eran llevados al pueblo por vendedores ambulantes.
La compra de ganado se hacía en las muchas ferias de Polientes, Ruerrero, Soncillo, Sedano, Villadiego, Aguilar de Campó, Cervera o Reinosa.
Los textiles en mercados de Polientes, Villadiego, Aguilar o Burgos.
Polientes era el mercado más importante para toda la Lora. Las relaciones entre la Lora y el Valle Redible eran muy amigables e intensas, aunque fueran de provincias diferentes, había más relación que con el Tozo.
Los desplazamientos a estos mercados se hacían a lomos de Caballo o burro. Los días de mercado en Aguilar un camión hacía este trayecto. La Lora nunca estuvo comunicada por un autobús de línea.
En conclusión. La vida cotidiana de los pueblos de la Lora hasta los años sesenta fue muy similar a la vida cotidiana de 2.000 años antes.
El cultivo de los cereales con los mismos instrumentos: el arado romano, el trillo. La vida en tiempos de los romanos no sería muy diferente. Los mismos cultivos, los mismos instrumentos, los mismos medios de transporte. Únicamente la patata no era cultivada por los romanos.
A partir de los años sesenta comienza el cambio, a percibirse claramente en los setenta y acentuarse y acelerarse en los ochenta. Un cambio económico y social profundo.
Las primeras bases del cambio económico se pusieron antes. El primer producto de la revolución industrial, introducido en la Lora, fue el brabán. El brabán volteaba y oxigenaba mejor la tierra , al arar a más profundidad.
La máquina beldadora, que conseguía solventar el problema de la falta de viento para separar el trigo de la paja.
La máquina segadora o gavilladora, que facilitaba la siega y la recogida de la mies.
A partir de mediados de los sesenta, se van introduciendo poco a poco máquinas más avanzadas: el tractor, la trilladora y la cosechadora.
El tractor, sin duda, fue el gran motor del cambio. El tractor tenía una gran capacidad de trabajo. Provocó el aumento de hectáreas a cultivar por cada agricultor. Redujo significativamente el número de pequeños agricultores. Estimuló la toma en renta y no la compra-venta de fincas. Facilitó la tendencia al monocultivo del cereal. Presionó sobre la necesidad de concentración parcelaria. Anuló la dependencia de la ganadería y con ello facilitó su desaparición.
La trilladora jugó un escaso papel. Fue una muy corta transición del trillo romano a la cosechadora. Durante algunos años todavía se trilló con trillos romanos arrastrados, ahora, por el tractor.
La cosechadora jugó también un papel secundario en el cambio. El agricultor de Valdeajos no estuvo interesado en la compra sino en el alquiler por la cuantía de la inversión. La oferta de máquinas en alquiler es grande y por tanto asequible, ya que la Lora es la última oportunidad de trabajo en la siega del cereal por ser la más tardía, debido a su clima.
Después de cuarenta años, el cambio es patente:
· Ha desaparecido la rotación trienal.
· Se ha asentado una agricultura de monocultivo.
· Ha desaparecido prácticamente la ganadería.
· El agricultor es ya sólo y únicamente agricultor.
· Ha aumentado mucho la producción por hectárea gracias al empleo masivo de fertilizantes y a un mejor laboreo.
· Se ha hecho una primera concentración parcelaria.
· Han desaparecido muchos agricultores.
· La emigración a la ciudad fue la salida.
· Hoy son pocos, pero grandes productores agrícolas.
Paralelo al cambio económico se produce un importante cambio social.
Demográfico: La tasa de natalidad en la posguerra era muy alta. Las familias de más de cuatro hijos son las más frecuentes. Sólo un dato, en 1945 hubo en Valdeajos 7 nacimientos. Más que en los últimos cuarenta.
Emigración: En los años cincuenta se inicia, en los sesenta se acentúa, en los setenta se acelera y comienza a disminuir a partir de los ochenta por falta de efectivos. Primero hacia los grandes centros industriales, Bilbao, Barcelona, Madrid; luego con el Polo de Desarrollo, a Burgos. La “capital” ejerce una fuerte atracción y fascinación. Las chicas no quieren saber nada de aquel que insinúe quedarse en el pueblo.
Despoblamiento progresivo hasta llegar al límite próximo al total.
Los servicios desaparecen o van alejándose cada vez más.
El médico, desaparece de Valdeajos al inicio de los cincuenta. Permanece en Sargentes durante tres décadas. Hoy hay un equipo de guardia en Sedano y una visita semanal a los pueblos. Todo indica que finalmente se concentrarán en Burgos.
La escuela desaparece en Valdeajos hace treinta años. Poco más tarde desaparece de Sargentes. Primero la concentración escolar se aleja a Santibáñez y luego a Burgos. Hoy ya no hay escolares.
El único servicio cercano que permanece es el cura.
El mercado. Con la llegada del tractor pronto desaparecen las famosas ferias de ganado. Con la llegada de los automóviles, se favorece la movilidad y Burgos y Aguilar son los mercados más frecuentados. Todavía llegan los vendedores ambulantes, panadero, carnicero y pesquero. ¿Por cuánto tiempo?. ¿Es rentable recorrer 15/20 kilómetros para vender 4 barras de pan, 4 kilos de carne o pescado?. ¿No debería el gobierno subvencionar a estos vendedores?.
Todo conduce a un despoblamiento total y al olvido total de aquella vida cotidiana milenaria.
¿Cambio climático?. Es cierto que siempre hubo años de mucha nieve y otros no tanto, como años de lluvias y otros de sequía. Cambios en el clima ha habido: Algunos datos. Un documento del párroco D. Manuel Saiz Varona, dice “ El día siete de mayo de 1.902 empezó a nevar por la tarde. El ocho, día de Ascensión hubo que subir por senda a la iglesia. El nueve, no se pudo salir de casa. El diez continuó nevando, aunque con alguna calma. El domingo, once, se subió también por senda”. En 1.950, el 20 de abril hubo una importante nevada. En 1.952, dos jóvenes de San Andres estuvieron retenidos durante 17 días por la nieve en Valdeajos.
El inicio de este espectacular cambio los situamos en 1.965.
Hasta mil novecientos sesenta y cinco la vida cotidiana de Valdeajos y de cualquier pueblo castellano alejado de una ciudad era muy similar a la vida ordinaria de los hombres, mujeres y niños de cien, doscientos y hasta dos mil años atrás. Una vida de constante y duro trabajo, con instrumentos arcaicos, una movilidad reducida a veinte, treinta kilómetros. Una vida sacrificada, austera y ordenada por la religión.
A partir de 1965 se inicia un cambio constante en todos los órdenes de la vida, teniendo como base el cambio en la economía.
La fecha de 1.965 coincide con el hallazgo del petróleo. Coinciden en el tiempo, cambio y salida del petróleo. Sin embargo el petróleo poco tuvo que ver con este cambio. El petróleo jugó un papel totalmente secundario. Las gentes de Valdeajos continuaron con la vida de siempre, trabajando en lo de siempre, en la patata, el cereal y la ganadería, o emigrando. La “capital” seguía ejerciendo mayor atracción.
El petróleo no trajo puestos de trabajo ni mejores servicios. No trajo una mejor luz eléctrica ni asfaltó la carretera.
Es hora de encerrarse en casa en torno al calor de la cocina y la gloria. Sólo las fiestas de la Inmaculada y Navidad rompe la monotonía. El día de Navidad hay una cena especial con el gallo en la cazuela, unas “torrejas” y unas naranjas como postre extraordinario. A media noche se asiste a la Misa del Gallo.
La vida cotidiana de Valdeajos de la postguerra está muy marcada por la familia: Se trabaja en familia, se come en familia y se reza en familia.
La familia es la unidad de trabajo. En muchos trabajos participan todos sus miembros, en otros sólo los hombres o sólo las mujeres, pero siempre de forma complementaria.
El padre: Es el amo de casa. Él es quien dirige, planifica los trabajos y quien tiene la última palabra.
En casa es quien se ocupa de los animales. Casi todo el año se levanta antes del amanecer. Apiensa a los bueyes y los echa al agua. Limpia la cuadra y echa paja a las camas. Apiensa a las ovejas, atiende a los corderos y, cuando es la época, ordeña las ovejas con la ayuda de su mujer. En invierno por la mañana y por la tarde va unas horas al patatero y por la noche se acerca a la taberna.
En el campo trabaja de sol a sol haciendo los trabajos más duros. Él es quien trabaja con la pareja, o siega.
La madre: Se levanta muy pronto. Trae leña y enciende la cocina y la gloria. Cuece patatas para el cerdo y le echa de comer. Va preparando el desayuno para toda la familia. Friega los cacharros del desayuno. Hace las camas, barre y quita el polvo de las habitaciones. Pone el cocido y atiende a la lumbre. Va a la fuente por agua. Echa a comer a las gallinas. Compra aceite, bacalao ,,, al vendedor ambulante.
Es la hora de comida. Pone la mesa. Reparte la comida. Friega la “vasa” con el agua caliente del depósito de la cocina económica. Barre y friega el suelo de la cocina arrodillada.
En ratos libres teje un jersey o unos calcetines o remienda unos pantalones, mientras cuece un caldero de patatas para el cerdo. Los días buenos las mujeres se reúnen a coser o tejer al sol. Mientras charlan animadamente.
Cada semana llevará un valde de ropa blanca e irá al lavadero comunitario. Enjabonará la ropa, la aclarará, la dará añil y la tenderá al sol sobre la hierba de una era para que blanquee. En invierno el agua está muy fría, casi helada y le “turrarán” las uñas. Cada día lavará otras prendas.
Cada ocho o diez días le tocará cocer el pan. Día duro. También le tocará trabajar duro los días de matanza del cerdo y de las ovejas.
Muchos días del año irá al campo a echar las patatas tras el arado, a sallar los trigos, a dar vuelta la hierba, a hacer gavillas, amorenar, acarrear, trillar, beldar, barrer la era, recoger las patatas.
Hasta los hombres, cuando se ponen serios, reconocen que las mujeres de campo eran unas esclavas. Estos trabajos los tenían que compatibilizar en demasiadas ocasiones con sus múltiples embarazos.
Los hijos: Con ocho o diez años, ya comienzan a ayudar en el campo; ir delante de los novillos no enseñados, arrastrar, sulfatar, tender la parva ...
Con doce, muchos dejan la escuela y trabajan ayudando según sus fuerzas y experiencia.
A partir de los catorce ya hacen trabajos más fuertes como arar a brabán, cargar y descargar los carros.
Los mozos trabajan duro en el campo, pero al llegar a casa y los días de fiesta están libres. Pocas veces se harán cargo del ganado. En invierno trabajarán en el patatero y poco más. Algunos trabajarán para la PROPASI, como asalariados. Unas pesetas propias les vendrán muy bien para sus gastos extra y para poder gastar en la taberna.
Las hijas: Ya desde pequeñas se van iniciando a las labores de casa y cada día tomarán más responsabilidades, como traer agua, lavar, limpiar la casa y poner la comida. Les gusta ir por agua y a lavar porque les da ocasión de charlar con sus amigas.
También van al campo y hacen trabajos de menor fuerza. En el campo siempre van tapadas tratando de conservarse blancas y guapas para el domingo o las fiestas.
La economía de Valdeajos es una economía en gran medida de subsistencia y casi autosuficiente. El mercado tiene poca participación.
Los productos básicos, la carne, pan, patatas, leche, huevos se producen y consumen en casa y sólo una pequeña parte se vende en el mercado.
Es necesario recurrir al mercado únicamente para productos no perecederos como el aceite, vino, arroz, legumbres, vestidos y aperos de labranza. En invierno, a veces la carretera estaba cerrada quince días y la vida continuaba sin mayor problema.
La carne: Nunca faltaba. En invierno se cubría con la matanza del cerdo en noviembre y marzo, bien conservada en el frigorífico natural. También se comía algún cordero. En verano el “adra” garantizaba carne fresca. Para la fiesta de septiembre se mataba una oveja. En San Simón, feria de Ruerrero, se solía comprar un chivo para cecina.
Todos los años se vendían los corderos, las corderas se dejaban para criar, y también algún cerdo engordado en casa.
El pan: Se comía mucho pan, también pan sólo.
El trigo se vendía de estraperlo y al Servicio Nacional del Trigo. La venta de trigo cada año fue aumentando.
Las patatas: De una forma u otra, las patatas formaban parte de la dieta diaria: patatas cocidas, guisadas, fritas o en tortilla. Patatas en la comida y patatas en la cena. Patatas hasta el aburrimiento, pero había pocas alternativas para variar la dieta.
Las patatas de siembra eran el principal producto de venta.
La leche: En algunas casas había una vaca de leche. El queso de oveja estaba siempre presente durante todo el año, sobre todo en las comidas intermedias en la tierra: las “diez” y la merienda.
Una parte del queso se vendía en el mercado de Polientes.
Los huevos: Siempre eran muy “socorridos”. Había épocas en que las gallinas ponían más y otras menos.
A veces se vendían al pesquero.
Era necesario trabajar todos, casi todos los días y todas las horas del día para poco más que subsistir, sin permitirse demasiados caprichos.
El ahorro y la austeridad están siempre presentes. Es comprensible. No había seguros de cosechas, ni de enfermedad, ni de jubilación. “No lo malgastes, que nos ha costado mucho ganarlo”.
Los labradores, al hacerse mayores y sus fuerzas disminuían, iban acortando sus sementeras, pero se resistían hasta última hora a dejar de sembrar, a “quitar la pareja”. El futuro podía presentarse negro y duro con unas pocas fanegas de renta y cuatro duros ahorrados.
Había un encadenamiento continuo de trabajos estrechamente ligados al ciclo de la naturaleza.
En primavera: Con el renacer de la naturaleza comienza con la siembra de la cebada. Se continúa con la siembra de la patata, el sallado de los trigos, siega y recogida de la hierba, la cava y sulfato de la patata.
En verano: Mientras las patatas se desarrollan sin trabajo, comienza la cosecha de yeros, cebada y trigo. Época de intenso trabajo con sólo dos descansos, el día de Santiago y el día de Nuestra Señora de agosto.
En otoño: Mientras llegan las lluvias para la siembra del trigo se recogen las patatas.
En invierno: Descansa la naturaleza y un poco también el agricultor, pero no el ganadero. Es tiempo de pasar muchas y frías horas en el patatero. Es tiempo también de atender al ganado.
El trabajador en Valdeajos era agricultor-ganadero. Agricultura y ganadería se complementan mutuamente. El agricultor no podría serlo sin sus bueyes y el ganadero con un invierno tan largo y duro, no podría serlo sin la paja, los yeros y la cebada que le daba la agricultura.
Eran dos actividades complementarias y dependientes una de la otra. Si a esto le añadimos el cultivo de la patata, al agricultor-ganadero no le quedaba tiempo para el ocio.
Mientras los cereales crecían, se desarrollaban y maduraban sin intervención humana, el agricultor dedicaba su tiempo a la siembra y cava de la patata. Cuando la patata se desarrollaba sin cuidados, el agricultor dedicaba todas sus horas, hasta los domingos a la cosecha del cereal.
El otro intervalo de tiempo entre la cosecha y la siembra del cereal, septiembre, también el descanso era imposible por culpa de la recogida de la patata. Nuevamente la patata le impedía el descanso del largo invierno: “el dichoso patatero”.
La patata se convierte así en el elemento diferenciador de la economía y la vida cotidiana de Valdeajos. La patata se convierte en el producto más importante de venta y de ingresos familiares y al mismo tiempo en alimento básico y omnipresente en la dieta diaria.
Aunque parezca que Valdeajos es una isla sin conexiones exteriores por su economía de subsistencia y casi autosuficiente, no lo es. Necesita también un mercado: comprar y vender.
La venta la tiene más fácil. Los dos productos más importantes, el trigo y la patata tienen un mercado asegurado.
Toda venta de trigo ha de hacerse al Servicio Nacional del Trigo, la Comarcal. Gran parte de la producción de la patata también. Toda la producción de la patata de siembra la compra la PROPASI. La patata de consumo y la patata de “golpe” se vendía a compradores particulares que se acercaban a Valdeajos.
Otros compradores ocasionales visitaban Valdeajos en busca de cerdos, corderos, pieles ...
La compra era más compleja: los productos alimenticios, el pescado, el aceite, vino, legumbres, eran llevados al pueblo por vendedores ambulantes.
La compra de ganado se hacía en las muchas ferias de Polientes, Ruerrero, Soncillo, Sedano, Villadiego, Aguilar de Campó, Cervera o Reinosa.
Los textiles en mercados de Polientes, Villadiego, Aguilar o Burgos.
Polientes era el mercado más importante para toda la Lora. Las relaciones entre la Lora y el Valle Redible eran muy amigables e intensas, aunque fueran de provincias diferentes, había más relación que con el Tozo.
Los desplazamientos a estos mercados se hacían a lomos de Caballo o burro. Los días de mercado en Aguilar un camión hacía este trayecto. La Lora nunca estuvo comunicada por un autobús de línea.
En conclusión. La vida cotidiana de los pueblos de la Lora hasta los años sesenta fue muy similar a la vida cotidiana de 2.000 años antes.
El cultivo de los cereales con los mismos instrumentos: el arado romano, el trillo. La vida en tiempos de los romanos no sería muy diferente. Los mismos cultivos, los mismos instrumentos, los mismos medios de transporte. Únicamente la patata no era cultivada por los romanos.
A partir de los años sesenta comienza el cambio, a percibirse claramente en los setenta y acentuarse y acelerarse en los ochenta. Un cambio económico y social profundo.
Las primeras bases del cambio económico se pusieron antes. El primer producto de la revolución industrial, introducido en la Lora, fue el brabán. El brabán volteaba y oxigenaba mejor la tierra , al arar a más profundidad.
La máquina beldadora, que conseguía solventar el problema de la falta de viento para separar el trigo de la paja.
La máquina segadora o gavilladora, que facilitaba la siega y la recogida de la mies.
A partir de mediados de los sesenta, se van introduciendo poco a poco máquinas más avanzadas: el tractor, la trilladora y la cosechadora.
El tractor, sin duda, fue el gran motor del cambio. El tractor tenía una gran capacidad de trabajo. Provocó el aumento de hectáreas a cultivar por cada agricultor. Redujo significativamente el número de pequeños agricultores. Estimuló la toma en renta y no la compra-venta de fincas. Facilitó la tendencia al monocultivo del cereal. Presionó sobre la necesidad de concentración parcelaria. Anuló la dependencia de la ganadería y con ello facilitó su desaparición.
La trilladora jugó un escaso papel. Fue una muy corta transición del trillo romano a la cosechadora. Durante algunos años todavía se trilló con trillos romanos arrastrados, ahora, por el tractor.
La cosechadora jugó también un papel secundario en el cambio. El agricultor de Valdeajos no estuvo interesado en la compra sino en el alquiler por la cuantía de la inversión. La oferta de máquinas en alquiler es grande y por tanto asequible, ya que la Lora es la última oportunidad de trabajo en la siega del cereal por ser la más tardía, debido a su clima.
Después de cuarenta años, el cambio es patente:
· Ha desaparecido la rotación trienal.
· Se ha asentado una agricultura de monocultivo.
· Ha desaparecido prácticamente la ganadería.
· El agricultor es ya sólo y únicamente agricultor.
· Ha aumentado mucho la producción por hectárea gracias al empleo masivo de fertilizantes y a un mejor laboreo.
· Se ha hecho una primera concentración parcelaria.
· Han desaparecido muchos agricultores.
· La emigración a la ciudad fue la salida.
· Hoy son pocos, pero grandes productores agrícolas.
Paralelo al cambio económico se produce un importante cambio social.
Demográfico: La tasa de natalidad en la posguerra era muy alta. Las familias de más de cuatro hijos son las más frecuentes. Sólo un dato, en 1945 hubo en Valdeajos 7 nacimientos. Más que en los últimos cuarenta.
Emigración: En los años cincuenta se inicia, en los sesenta se acentúa, en los setenta se acelera y comienza a disminuir a partir de los ochenta por falta de efectivos. Primero hacia los grandes centros industriales, Bilbao, Barcelona, Madrid; luego con el Polo de Desarrollo, a Burgos. La “capital” ejerce una fuerte atracción y fascinación. Las chicas no quieren saber nada de aquel que insinúe quedarse en el pueblo.
Despoblamiento progresivo hasta llegar al límite próximo al total.
Los servicios desaparecen o van alejándose cada vez más.
El médico, desaparece de Valdeajos al inicio de los cincuenta. Permanece en Sargentes durante tres décadas. Hoy hay un equipo de guardia en Sedano y una visita semanal a los pueblos. Todo indica que finalmente se concentrarán en Burgos.
La escuela desaparece en Valdeajos hace treinta años. Poco más tarde desaparece de Sargentes. Primero la concentración escolar se aleja a Santibáñez y luego a Burgos. Hoy ya no hay escolares.
El único servicio cercano que permanece es el cura.
El mercado. Con la llegada del tractor pronto desaparecen las famosas ferias de ganado. Con la llegada de los automóviles, se favorece la movilidad y Burgos y Aguilar son los mercados más frecuentados. Todavía llegan los vendedores ambulantes, panadero, carnicero y pesquero. ¿Por cuánto tiempo?. ¿Es rentable recorrer 15/20 kilómetros para vender 4 barras de pan, 4 kilos de carne o pescado?. ¿No debería el gobierno subvencionar a estos vendedores?.
Todo conduce a un despoblamiento total y al olvido total de aquella vida cotidiana milenaria.
¿Cambio climático?. Es cierto que siempre hubo años de mucha nieve y otros no tanto, como años de lluvias y otros de sequía. Cambios en el clima ha habido: Algunos datos. Un documento del párroco D. Manuel Saiz Varona, dice “ El día siete de mayo de 1.902 empezó a nevar por la tarde. El ocho, día de Ascensión hubo que subir por senda a la iglesia. El nueve, no se pudo salir de casa. El diez continuó nevando, aunque con alguna calma. El domingo, once, se subió también por senda”. En 1.950, el 20 de abril hubo una importante nevada. En 1.952, dos jóvenes de San Andres estuvieron retenidos durante 17 días por la nieve en Valdeajos.
El inicio de este espectacular cambio los situamos en 1.965.
Hasta mil novecientos sesenta y cinco la vida cotidiana de Valdeajos y de cualquier pueblo castellano alejado de una ciudad era muy similar a la vida ordinaria de los hombres, mujeres y niños de cien, doscientos y hasta dos mil años atrás. Una vida de constante y duro trabajo, con instrumentos arcaicos, una movilidad reducida a veinte, treinta kilómetros. Una vida sacrificada, austera y ordenada por la religión.
A partir de 1965 se inicia un cambio constante en todos los órdenes de la vida, teniendo como base el cambio en la economía.
La fecha de 1.965 coincide con el hallazgo del petróleo. Coinciden en el tiempo, cambio y salida del petróleo. Sin embargo el petróleo poco tuvo que ver con este cambio. El petróleo jugó un papel totalmente secundario. Las gentes de Valdeajos continuaron con la vida de siempre, trabajando en lo de siempre, en la patata, el cereal y la ganadería, o emigrando. La “capital” seguía ejerciendo mayor atracción.
El petróleo no trajo puestos de trabajo ni mejores servicios. No trajo una mejor luz eléctrica ni asfaltó la carretera.